Con los ojos en el piso

Mi pantalón blanco de lino estaba inmaculado. Recién planchado, decidí usarlo para ir a trabajar. Salí de mi casa y caminé media cuadra hasta la avenida. En mi trayecto hacia el centro, se largó la lluvia, pero pude llegar a la oficina sin sufrir ninguno daño. Cerca del medio día el aguacero paró y salí a la calle. Cuando volvía al trabajo, el agua me pescó. Salvo tener la ropa mojada, mi pantalón seguía intacto. Al caer la tarde el agua paró, temerosa salí nuevamente a la calle. Estaba todo bien, no corría peligro, pero en el momento que me descuidé sucedió: pisé una baldosa suelta.

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