Abrazos a los que me quieren


Lucía Etxebarría (Bermeo, 1966) es una de las novelistas y ensayistas más controvertidas del panorama actual. Ganadora del Premio Nadal con la novela que significó su irrupción en las letras, Beatriz y los cuerpos celestes, su clara visión de la situación de la mujer, en especial en el mundo literario, la han situado en el ojo de la crítica desde que se dio a conocer y, más si cabe, con la publicación de sus ensayos La Eva futura; La letra futura. Lucía tiene un blog, pero debido a los acosos que recibió tuvo que ser cerrado. Es increible que todavía se tengan que tolerar estas cosas. La noticia me llenó de pena. No conozco en profundidad el trabajo de esta autora, pero lo poco que pude apreciar me gustó muchos y como postié en su blog: "No me sentí tan sola". Esta es la especie de carta de despedida que dejó en su blog:


Si ha existido un amor de mi vida, se llamaba J.R.


Cuando le conocí, J. estaba completamente enamorado de mí, y lo demostraba. Tuvo detalles maravillosos conmigo. El día de mi cumpleaños, por ejemplo, se presentó en mi casa con un regalo de lo más historiado. Como tenía muy poco dinero hizo una expedición de todo a cien en todo a cien y apareció con una caja enorme llena de los objetos más surrealistas que imaginarse uno pueda: desde cepillos de Hello Kitty hasta un reloj en forma de mariposa…. todos, todos, de color de rosa.
Estuve cuatro años con él, y poco a poco la cosa fue degenerando. Cada vez me prestaba menos atención. Llegaba a casa y se encerraba con su ordenador, practicamente ni me dirigía la palabra, le importaba un comino lo que yo hiciera. Y así fueron pasando los días, los meses y las semanas, marcados por la ansiedad y el sufrimiento, hasta que mi duradero amor por J. se convirtió en un denso olvido de la primera imagen que amé, la de aquel chico amable y encantador ( y, en cierto modo, inocente), para sustituirla por la del hombre cruel y distante al que también amaba (amo) , o incluso amaba (amo) más, por paradójico que resulte decirlo, porque, al fin y al cabo, el tiempo solidifica los lazos.


Algo parecido ha pasado con esta blog. Que he pasado en poco tiempo ( un año) del profundo enamoramiento a la casi depresión. Hubo un tiempo en que entrar aquí era algo muy divertido. Me ofrecía diversión, efervescencia e intercambio de opiniones. Luego empezaron a aparecer los problemas. Hay quien dice que mi obsesión por los trolls es ridícula e incluso patólogica. Supongo que ese alguien no ha abierto una mañana la opción “comentarios en moderación” y se ha encontrado con ciento y pico comentarios insultantes. Todos, en apariencia, escritos por la misma mano. Lo peor fue cuando el troll se dio cuenta de que de verdad era imposible que le pilláramos. Fue entonces cuando subió los mensajes de tono, sabiendo que yo sería la única en leerlos. Y sí, me asusté. Puede que se trate de un loco, puede que se trate de varios, pero sabe quién soy y dónde vivo. Desgraciadamente para mí, demasiada gente sabe ya dónde está mi casa, o a qué colegio va mi hija. He abierto mi puerta a muchos desconocidos, cosa que quizá no debería haber hecho. No es que imagine, por supuesto, que voy a ser el blanco de un atentado al estilo Jodie Foster, pero a nadie le gusta saberse el objetivo de un odio tan visceral por parte de alguien que se refugia en el anonimato. Le hace, lógicamente, sentirse vulnerable. Puede que haya algo de paranoia en esto. O puede que haya parte de sensatez. Por si acaso, creo que es más lógico que a partir de ahora me cierre un poco más.


Cometí también un inmenso error que fue el de interactuar con quienes escribían. Es cierto que esto me ha permitido conocer a gente muy interesante, e incluso hacer un pequeño puñado de amistades que valoro mucho, pero también ha dado lugar a que gente no tan interesante haya tenido acceso a opiniones muy personales mías, y las haya utilizado en su propia conveniencia. Al final, esto se ha convertido en una pesadilla, porque - y por mi culpa, que es lo peor - me he cargado, sin darme cuenta, un espacio bastante grande de mi propia intimidad. Cuando la gente empieza a dejar anónimos en el buzón de casa, es hora de tomar medidas.


Ningún otro escritor de entre los más vendidos ha hecho nunca el experimento de contestar a desconocidos a través de su blog, de ciberactuar con los cibernautas. Cuando yo abrí la blog, muchísima gente me advirtió de que estaba cometiendo una locura y de que me arrepentiría. Entonces pensé que se equivocaban y ahora tengo que darles la razón. En la mayoría de los blogs la identidad del administrador se desconoce. Y cuando se conoce, el administrador no tiene imagen pública, de forma que los que llegan no pueden intervenir desde proyecciones, prejuicios, fantasías, celos, envidias, idealizaciones varias y demás ruidos mentales que enturbian el proceso de comunicación.


Así que no me queda más remedio que cerrar este espacio.


A partir del uno de enero se volverá a reabrir, pero, ojo, no como blog. Yo no participaré en ella, ni siquiera entraré nunca. Un moderador se limitará a reproducir artículos ya publicados. Habrá opción a comentarios pero siempre con moderación. No habrá opción de dejar mensajes a Lucía Etxebarria porque Lucia Etxebarria ( o sea, yo, ya estoy hablando en tercera persona como Julio César y Mónica Naranjo) nunca, jamás, entrará en ella, y nunca, jamás, leerá los comentarios en ella escritos, y mucho menos responderá a mensajes. Los que me conocen ya saben cómo contactarme, y para los demás existe una jefa de prensa que para eso está.

Abrazos a los que me quieren.