Cinco centímetros


Acá les dejo un cuento que me mandó una amiga, Laura Escribah, inspirado en un caso que salió en "La Gaceta"


El sonido del papel de cigarrillo, que se quemaba con cada pitada, retumbaba en la habitación. El dulce perfume de la marihuana se adueñaba de cada recoveco. Sabía que a ella le molestaba. Pero esta era sólo otra batalla que se libraba, en medio de la guerra que se había declarado hacía meses.
¿Quién se creía que era para reclamar? Resultaba que antes no podían vivir separados y ahora él era una molestia. La ahogaba, decía ella. Pero, ¿Qué quería?, para qué pedía más espacio. Iba a entender o él la iba a hacer entender.
Sabía que odiaba que fumase en la casa. Encender un porro, en la cama, era desafiarla. Quizás, así reaccionaba.
Algunos mechones de pelo le vestían la espalda, pero dejaban entrever esa piel que le adormecía la conciencia. Al estar de costado, se le profundizaba el surco de la cintura.
El humo lo llenaba todo, se mezclaba con el olor enrarecido del ambiente. Y nada. Se mantenía inerte, como si los sentidos la hubiesen abandonado. Tal vez, se había dado por vencida o, lo más probable, ya no le importaba.
Cinco centímetros los separaban. Cinco centímetros - que antes eran sólo una, casi inexistente, circunstancia- eran hoy el reflejo de un frío que había llegado con los reclamos, las quejas, los excesos, lo abusos.
Era gracioso como todo lo que alguna vez la había atraído hacia él era lo que, ahora, la hacía querer huir de su vida.
Una patada abrió la puerta. El cuarto se llenó de luz. Los ojos enceguecidos se le tardaron en acostumbrar. Distinguía sombras de hombres, que rodeaban la cama. “Vestite, Vestite”, le decía uno.
Lo arrastraron fuera de la casilla. El empedrado le arañó las piernas. No entendía nada ¿Qué había pasado con ella? ¿Dónde estaba?, las preguntas y las dudas lo asaltaban en medio de su poca lucidez.
Los vecinos habían llamado a los agentes, ante el olor extraño salía de la casa. Gritos, llantos. El padre, que siempre lo había odiado, lo trataba de asesino.El mundo le daba vueltas. Sin embargo, logró ver como los policías sacaban una gran bolsa negra.
Estaba muerta. La había matado lo que amaba, los reclamos, las quejas, los excesos, lo abusos.

Etiquetas: ,

4 Comments:

At 1:53 p. m., Blogger Raquel Soria said...

Nice blog!!Keep posting!!

 
At 7:47 p. m., Blogger Luciana Poliche said...

Thanks!!! and wellcome

 
At 10:09 a. m., Blogger amaliovilla said...

Impactante. Bien relatado. Me gustó.

 
At 2:09 p. m., Blogger Luciana Poliche said...

Gracias, tu comentario llegará a Lauri

 

Publicar un comentario

<< Home