Gabriela Arias Uriburu: la fuerza del corazón



"A Imad le digo que tiene que estar bien, que para mí es importante eso, porque el que está viviendo con los chicos es él", la cita corresponde a una entrevista, que leí en Clarín el 26/11/07, a Gabriela Arias Uriburu.
Es admirable el proceso de esta mujer. Pese a que su ex marido le robó los hijos y se tiene que enfrentar a una cultura totalmente diferente, habla desde el perdón y la resignación. No se percibe resentimiento en su discurso. Lo más valorable es que deja en claro que lo más importante, siempre, es la integridad de los chicos.
Acá les dejo la nota.


"Ya no tengo más dolor, estoy liberada de eso. Mis hijos están creciendo y yo estoy viva". Diez años después de que su ex esposo Imad Shaban rompiera la familia al secuestrar a sus tres hijos, Karim (15), Zahira (13) y Sharif (11), y llevárselos a Jordania, Gabriela Arias Uriburu es una mujer entera. "Me aferro a la fuerza de ellos, no al recuerdo. Veo en ellos, la capacidad mía de haberme levantado, de haber reído a pesar de la tragedia, el no haberme suicidado, el no haberme vuelto loca". Gabriela sonríe, habla de sus pequeños héroes y le brillan los ojos. Le cuenta a Clarín.com que, luego de haber renunciado a la tenencia de sus hijos para poder verlos dos veces por año, podrá, por primera vez, visitarlos por fuera del acuerdo. Invitada a la India para exponer su proyecto de crear un Tribunal Internacional de Familia que proteja los derechos de los niños que nacen de matrimonios multiculturales, comenta que Imad se abrió. "Me dijo estás cerca, pasá a verlos si querés. Es un premio a la iniciación de una nueva etapa", asegura ella, mientras se mira el hombro y sufre a cuenta de la cuarta vacuna que le queda por darse para emprender el viaje.
Hija de un ex diplomático, Arias Uriburu, rubia y de 42 años, llevará en la valija la camiseta que Lionel Messi usó frente a Bolivia, en el último partido de las eliminatorias al mundial de Sudáfrica, que se jugó en el Monumental. Fue un pedido de Sharif, el más chico. Karim, futbolero también, ya le dijo que cuando cumpla 18 vendrá a la Argentina y se nacionalizará. "Pero no porque esté del lado de la mamá, pasa que quiere jugar en la Selección", aclara.

-En tu historia nunca hablás de buenos y malos, y ponderás la integración familiar pese a lo que pasó. ¿Cómo es la recepción de ese mensaje en Occidente y en Oriente?

En primer lugar, en esto de integrar, el primer símbolo es "si yo pude con la historia de mis hijos, entonces es una prueba de que es posible". Hoy, después de 10 años, te das cuenta que el principal problema en este asunto no es personal entre Imad y Gabriela, sino que está involucrada la cuestión cultural, la cuestión jurídica internacional porque lo que dice Oriente, Occidente no lo toma y viceversa. Mi pregunta es: "¿Cómo va a hacer un niño que nace de un matrimonio multicultural para no sentirse alienado con las diferencias?". Había que restituirle a los chicos la familia, no los chicos a Gabriela. Este es el mensaje. Hay gente que no lo soporta, que dice "Gabriela los chicos tenían que crecer con vos". Hoy, después de lo que vivimos, que podamos sentarnos a una mesa los cinco, significa que les estamos entregando un futuro con armonía a los chicos, algo que no tuvieron en el momento de la tragedia.

-¿Esto lo entendiste desde un comienzo o te llevó un tiempo procesarlo?

Fue un proceso lento. Se jugaban mis derechos como madre, mi lugar como mujer. Estaba entrando al mundo musulmán, donde la mujer es concebida desde otro lugar y se la mira desde otro lugar. Esto de aceptar que soy un Alien ahí, y que, cuando mis hijos vengan a la Argentina también lo serán, me llevó mucho tiempo y me ayudó a volver a mis raíces. Volví a mi cultura, a mis orígenes. Me trasladé a Jordania muchísimo más argentina. Pero, no era para decirle a Imad: "Vengo a mostrarle a los chicos, lo que vos no querés mostrarle". Esto de que Zahira me pregunte: "Mamá, ¿vos sos católica?" le trajo una crisis interna. Le dije: "Sí, soy cristiana. Vos entrás a una mezquita y yo a una iglesia". En un momento lo rechazó y después lo incorporó.

-Pero, cuando terminaba tu visita, ¿tu ex marido también continuaba con ese mensaje integrador?

Lo que pasa es que trabajo desde un ámbito que es el corazón, no es una cuestión de imposición mental. Creo que es algo mucho más valioso, que es el espíritu y eso trabajé en mis hijos. Llegar y hacer la carne argentina, llevar harina para que comieran un pan hecho con harina argentina. Ese trabajo del vínculo fue totalmente sensible, entré desde los olores y eso está ahí por más que haya alguien detrás diciendo "occidente no sirve", sea el padre o un tío. Los chicos empezaron a tomar mate, un mate muy azucarado por lo agrio que era para ellos, y yo terminé tomándolo así: ellos me incorporaron eso. Hoy, los miro y es increíble esa mixtura. Al principio estaban muy marcadas las diferencias y eso hacía difícil el vínculo, pero, de a poco, creo que Imad fue relajándose y yo siempre busqué no marcar diferencias: "Nuestros hijos tienen de los dos". Es todo un aprendizaje brutal.

-¿Cómo analizás la entereza de tus hijos en todo este tiempo?

Son tres fortalezas. La gente cree que, porque fui hija de un diplomático, estaba preparada. Y la verdad es que no lo estaba ni en idioma. Tuve que adoptar el inglés para comunicarme con ellos y eso fue lo más difícil. Me aferro a la fuerza de ellos, no al recuerdo. Veo en ellos la capacidad mía de haberme levantado, de haber reído a pesar de la tragedia, de haber llegado a pesar del dolor, en no haberme suicidado o no volverme loca. Siempre digo que, si ellos pudieron, yo tengo que poder. Es la inspiración para poder seguir. Ahora vamos a ver cómo toman esa fuerza en esta adolescencia que están transitando y en este camino que van a tener que hacer hacia Occidente. A Imad le digo que tiene que estar bien, que para mí es importante eso, porque el que está viviendo con los chicos es él.

-En lo cotidiano, ¿cómo es la comunicación con tus hijos?

Chat. Tengo que ir aprendiendo a ser madre de adolescentes a distancia. El adolescente mucho no te habla, está metido para adentro. Entonces tengo que tratar de convertirme en una madre divertidísima, re loca... ¡todo eso en un chat! Karim me metió en el ámbito de 50 Cent... Tengo que tratar de ser una madre vital: si, por ejemplo, soy una madre que vive en una estructura del rock de los 60', estoy muerta. Zahira me dice que está metida en el Facebook... y a mí me cuesta, hay una cuestión generacional. Miran todas las series norteamericanas y tengo que ver todo el tiempo Sony para saber qué es lo que están captando. Es un desafío enorme.

-Es la forma de que llegues allá y compartas más cosas. Claro. Zahira me pregunta cómo hago para mantenerme tan joven.

Hago yoga, me mato en el gimnasio, pero no para estar linda para mis hijos, sino para estar vital. Para poder hacer todos estos viajes, que nada me deje anclada. Es estar reciclándome todo el tiempo. El más chico me metió en High School Musical... Lo que me impacta es que cuando eran chiquitos, los hacía escuchar mucha música: cuando se iban a dormir les cantaba, teníamos muy incorporada la música, el baile. Entonces digo: "Acá está todo el trabajo mío de artesana". Incluso ver cómo Zahira se maneja en el mundo musulmán, me impacta (no se tapa, cómo se viste). Durante los primeros siete años era poner una madre en escena, como una Mary Poppins que bajaba y abría una maleta donde había música, color, sabor, desde el chocolate Jack hasta la ropa. Zahira fue creciendo con una mamá que llegaba arreglada, pintada. Es tener esa capacidad de poder leer más allá de lo que te muestran.

-En lo gestual, en las actitudes, ¿en qué cosas te reconocés en ellos?

En todo. Zahira tiene todos mis gestos. Sharif me impacta. Los tres tienen de los dos, todo.

-Del 99' para acá, tu Fundación Niños Unidos para el Mundo trató 3.000 casos. ¿Es porque ahora se denuncia más?

No, es que cada vez hay más jóvenes que se juntan con personas de otro país. Esto sucede y cada vez va a suceder más. Me consultan por cómo van a hacer para que el chico vea a su papá o a su mamá. Y ahí vienen mis palazos. La Fundación representa al niño. No es una fundación que ayuda a las madres a que estén con sus hijos, sino a los chicos a poder crecer en contacto con sus dos papás. Por eso, se convierte en una fundación muy combatida, porque no trabaja por una de las partes, sino por el chico.

-Las últimas semanas estuviste con muchas reuniones en Diputados. ¿En qué consisten los proyectos?

Quiero crear un organismo que se llame Oficina Infancia, que ponga de manifiesto todo esto y que implemente programas donde la figura del niño sea primordial. En la sociedad, la supremacía del niño no existe. La Oficina va a buscar esto. Creo que mi historia se hizo grande por eso: porque pedí por mis hijos. Esto fue enormemente más fuerte en Jordania porque no había ninguna madre que hubiera puesto en supremacía la figura del niño, ya que antes tenían que prevalecer mis derechos sobre los de mis hijos. ¡No!, mis hijos primero, después yo e Imad. Ahí es donde digo que los estados que tienen que involucrarse porque el que debe garantizarle los derechos al niño es el Estado. Uno de los proyectos es entrar a las escuelas, trabajar con los maestros y empezar a darles a los niños herramientas de mediación.

-¿Fue difícil la exposición para vos?

Sí, me costaba el protagonismo de la historia. Además, yo no soy solo el personaje de esa historia, soy mucho más que eso. La Fundación sufrió como sufrí yo, pasamos de tener una oficina a atender en mi casa. Una señora, el otro día, se me puso a llorar y me decía "no puede ser que vos me estés consolando a mí". Pero sí, porque la tragedia ya fue. Ya no tengo más dolor, estoy liberada de eso. Mis hijos están creciendo y yo estoy viva y el padre también. Nos falta todavía todo un momento de integrar Oriente y Occidente, pero estamos en ese camino. Cuando los chicos puedan venir, será toda una novedad.

-¿Qué puedan venir es una realidad?

Es una cuestión de tiempo y tienen que hacerlo en el momento que eso no les suponga un daño en la relación con su padre. Porque si no, todo lo que hice, no tiene sentido. Se lo dije a Imad: "El día que Karim viaje, vos tenés que dejarlo, porque no es una cosa o la otra, son las dos". Una de las cosas fundamentales es honrar el lugar que cada uno tiene en la familia. Sentarme con Imad y charlar, aunque seamos totalmente diferentes, es muy importante. Lo diferente no tiene que convertirse en contrario. Si no honro el lugar de mi ex esposo, como honro el mío, es muy difícil que pueda transmitírselo a mis hijos.

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1 Comments:

At 1:24 p. m., Blogger SUMAR said...

mARAVILLOSO, CUANTO MAS FACIL SERIA QUEDARSE EN EL DOLOR, EN PAPEL DE VICTIMA SUPONGO ESO ES UN TRABAJO EMOCIONAL MUY FUERTE, MUY BIEN GABRIELA LINDA POR FUERA Y POR DENTRO, UNA LINDA MISION, SOLO EL QUE SUFRE PUEDE CRECER

 

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